Un poco de mí

«Hijita, prepárate porque te van a discriminar»…(a mi yo de 7 años)

Para que nos conozcamos un poco mejor, te cuento una parte de mi historia. Una experiencia que me marcó mucho y que hoy años más tarde, le pude poner un nombre.

Soy peruana y nací a 3600 m.s.n.m en Cusco. Una ciudad súper turistica y conocida por su historia y su arquitectura incaica (¿Machupicchu? ok, por ahi).

Viví en Cusco hasta los 7 años y de ahi nos mudamos a Lima, – la capital –  porque mi papá había cambiado de trabajo.

“¡Excelente!, nos vamos todos” dijo mi mamá. “Así los chicos van a tener más oportunidades de salir adelante”

Tengo 2 hermanos mayores. Con el primero me llevo 10 años y con el segundo, 8. Así que sí. Este cambio iba a ser EL CAMBIO.

Nos mudamos de casa. Dejamos atrás el hogar que nos vió crecer. Dejamos atrás a nuestros primos, tiós, abuelos y amigos para enrumbar hacia una nueva vida.

La verdad es que no me acuerdo si lloré cuando fue mi despedida en el colegio. Me acuerdo que mis compañeras me escribieron una carta, pero ¿lágrimas? No me acuerdo.

Eso sí, lloré hecha una Magdalena cuando me despedí de mi tía abuela “la mamita” y de mi gato “Chizito”. La casa estaba vacía y se escuchaba el eco de nuestras voces.

“Hijita, escúchame bien… te van a discriminar. Te van a decir chola, serrana y no van a querer jugar contigo”

Esas fueron las primera palabras que mi mamá me dijo ni bien llegamos a Lima. Entendía lo que me quería decía, pero a la vez, no. Entendía que me iban a tratar mal por venir de afuera. Pero no entendía el porqué. Asi que sólo escuché, y comencé a ir al colegio.

Primer día, me presento ante mi nueva clase y me siento al lado de mis compañeros. 

“Chola, serrana”

“Seguro no te bañas”

“Tienes piojos… es más debes tener arañas en el pelo jajajajaja”

Si, esas fueron las primeras palabras del colegio al que fui en Lima. Ahí entendí lo que quería decir mi mamá.

“Tu eres serrana, y a mucha honra. Todos nosotros somos serranos y a mucha honra. No dejes que te pisen, hijita. Tu no eres menos que nadie”. Eso era lo que me decía mi mamá. Siempre me lo decía. Todos los días. Siempre me lo repetía.

Claro, a los 7 años, puedes entender a medias lo que te querían decir, hasta que lo vives. Pero aún así y sabiendo, no sabes cómo reaccionar frente a lo que te advirtieron. 

¿Cómo le haces haces frente a lo que te dicen e insultan a los 7 años?. Recuerdo que yo, sólo lloraba.

Pasaron 3 meses en ese colegio y me cambiaron a otro. Yo, ya había aprendido con 8 años sobre lo que era la discriminación. Así que no me iba a volver a pasar lo mismo.

“De dónde eres?” ☺️

“ De Cusco, ¿algún problema?”  😡

Me volví agresiva.

Esa fue mi respuesta a mi experiencia de mis 7 años. Persona que me preguntaba, persona a quien yo trataba mal o la empujaba para que no se metiera conmigo. Logré que me tuvieran miedo. ¿Estaba bien? no sé. Pero ya no me insultaban.

Estuve en el segundo colegio po 3 años. ¿Aprendí a cómo defenderme? podría decir que sí. ¿Fué de la forma correcta? cuestionable 😆 . Pero a esa edad o te defiendes o sufres. Yo opté por defenderme. 

Sin embargo, en este segundo colegio las cosas fueron un poco diferentes. Aprendí a que no todas las personas te discriminan. Conocí a mi mejor amiga y no tuve ningún problema con ningún compañero.

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La primera vez que reflexioné sobre este tema, fue cuando hablé de mi en el trabajo. Todos los viernes teníamos una reunión de equipo, para conocer a otras personas o conocernos más en el equipo. Teníamos que contar nuestra historia y qué palabra nos representaba: resiliencia, ambición, cambio, juegos, etc. 

Estábamos en época de pandemia (2020) y el contacto humano sólo se tenía a través de videollamadas. Por lo que esta dosis de humanidad concentrada en una hora, era increíble.

Todos los del equipo compartieron sus historias. Historias muy personales. Episodios muy fuertes que decidieron hablar y compartir. Todos nos escuchamos, lloramos, nos alegramos y aprendimos más de nosotros mismos.

Cuando armé mi presentación y escribí este episodio de mi vida, fue la primera vez que reflexioné sobre este punto. ¿Qué sentí? ¿Reaccioné bien? ¿Me dejó alguna herida?

Y si, si me dejó una herida. Que soy diferente, que no pertenezco al grupo y que no soy bienvenida. En resumen, para mi es la «Herida de la Exclusión» y en términos de Psicología la «Herida del Rechazo».

(Este punto de autorrealización no estaba en el guión de cuando pensé en este artículo jajaja)

Es la primera vez que le pongo nombre xD y qué gracioso que haya ocurrido mientras hoy escribo este blog. Sabía que estaba ahí pero no podía ponerlo en palabras. No sabía porqué a veces yo misma, me excluía del grupo.

Así que sí, tengo esta herida y lo único que me queda es sanarla. Obvio que va a llevar tiempo, pero hoy ya le puse nombre. 

Porque claro, todos tenemos una herida, seamos conscientes o no de ello. Pero al identificarlos y nombrarlos, sabemos de qué pie cojeamos y se nos va a hacer más fácil sanar y cuidarnos. Y también para no repetir estos mismos errores y generarles nosotros mismos una herida a alguien más.

Porque al final, ¿de eso se trata no? ser una mejor persona ya sea para nosotros y/o para los demás. 

Y tu, ¿ya les pusiste nombre a tu herida?

Bungee

PD: Qué cuál fue mi palabra de mi presentación? “Adaptación” 

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